Por Andrés Carvajal
La conocí en Cosmos y me enamoré. Solo era un niño pero me imaginaba la vida con ella. Me metía en problemas en la casa por sacarle los motores eléctricos a los aparatos. Me iba a donde un primo para mezclar condimentos y detergentes a ver quién era capaz de producir el pedo químico más poderoso. Discutía con mis compañeros del colegio sobre cuál de los profesores tenía más rasgos neandertales. Así viví mi relación con la ciencia, mi primer amor. A ella le agradezco que por estar detrás suyo y querer ser científico nunca quise ser policía. Aunque creo que en el fondo buscaba las mismas emociones que los que querían ser policías, porque esa posibilidad de enfrentarme a alguien era lo que más me apasionaba de la ciencia.
Hasta que se me rompió el corazón. Sucedió en las clases de química y física de bachillerato. Había que aprenderse la tabla periódica de memoria y los profesores, que no eran precisamente Carl Sagan, proponían experimentos más sosos que la arepa de la lechona. Se trataba de seguir los textos oficiales y completar todos sus ejercicios. Nada más. Anulaban la confrontación, para qué se iba a discutir si todo estaba ya dicho en el folleto escolar, salvaguardia de toda la verdad.
En la ciencia real, en cambio, nadie tiene el monopolio del conocimiento, así que toca debatir. Por ejemplo, los hermanos Wright no lograron inventarse el avión por estar de acuerdo en todo, sino por lo contrario: se la pasaron confrontándose y discutiendo tanto los diseños que terminaron volando por los aires. En Colombia, según mi experiencia, se suelen enseñar materias de ciencia sin uno de sus elementos fundamentales: la confrontación. Cosa muy absurda en un país donde nos la hemos pasado peleando por todo desde la independencia.
Hermanos Wright: Orville (izquierda) y Wilbur, con el Wright Flyer II de 1904 en Huffman Prairie.
Así que dejé ir a la ciencia, o la ciencia me dejo ir a mí. Pero no pude olvidarla del todo. Decidí estudiar Ingeniería Electrónica, que no es una ciencia pero la aplica. Me convencí de que me iría mejor si me iba por los lados, como el coqueto que levanta con nadadito de perro. Por fin iba a florecer nuestro amor en un ambiente de investigación, invención y confrontación creativa. Pero eran puriticas mentiras. La carrera estaba llena de alumnos asustados por los profesores, únicos depositarios de la verdad con quienes era mejor no discutir. La investigación no era un verdadero campo de confrontación, se hacía solo por cumplir con los créditos porque a lo que aspiraba la mayoría era a graduarse para ser gerentes de ventas en una empresa de tecnología. Una maldita traición.
Somos una sociedad que reprime el desacuerdo constructivo al tiempo que ejerce la confrontación violenta. El largo conflicto armado colombiano tiene explicaciones económicas, pero me parece que hay que pararle bolas a Carl Sagan cuando habla de la ciencia como una herramienta para la democracia. Qué tal si enseñamos la ciencia que debate y produce conocimiento, no como en la pose de nuestro sistema educativo. Puede que así nos acostumbremos a que no existe una autoridad dueña de la verdad y por tanto no tengamos que destruir a quien disiente de nosotros. Ahora que logramos el acuerdo de paz con la guerrilla más vieja del mundo, las dificultades que existen para su implementación están menos en el campo de lo económico que en el de los acuerdos políticos.
Una sociedad tan dada a la confrontación como la colombiana, en lugar de temerle al conflicto, debería asumir sin ninguna vergüenza el amor que le tiene. En lugar de reprimirlo, aprendamos a pelear de manera productiva. La ciencia puede ser una gran herramienta para esto.
Como nadie es eterno en el mundo y como un clavo saca otro clavo, luego de una tormentosa relación rompí con la Electrónica y me busqué otra. Quedé tan destruido que terminé graduado en Comunicación Social, considerada por muchos como los bajos mundos del conocimiento. Sigo con tusa científica, pero al menos desde este bajo mundo puedo pelear.
Andrés Carvajal ha escrito sátiras para diversos medios y formatos, como la ponencia White Elephants Come First (en la conferencia sobre derechos humanos y educación de Colombian Academics en City University of New York - 2016). Ganador de la convocatoria New Media 2017 (Proimágenes, MinTic y Canada Media Fund) con Aprende con Muchotrópico, formato audiovisual de sátira. Cocreador y editor de la serie documental infantil Emoticones, finalista en los festivales Prix Jeunesse International 2018 y FAN Chile 2018. Las opiniones de los colaboradores no representan una postura institucional de Colciencias. Con este espacio, Todo es Ciencia busca crear un diálogo para construir un mejor país.
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