Por Andrés Carvajal
La otra vez vi cómo unos se indignaban en Twitter porque habían pintado de los colores del arcoíris un paso peatonal en Chapinero (un barrio de Bogotá) con motivo de la marcha del Orgullo LGBTI en la ciudad. Otros en París, ante una cebra parecida instalada por la alcaldía, pudiéndose indignar desde la comodidad del sofá como nuestros talentos criollos, se tomaron el trabajo de salir a repintarla de blanco y negro y luego decidieron dar el 110% de sí mismos para escribir en la intersección: “LGBT fuera de Francia”. Perezosos los unos, muy emprendedores los otros, ambos logran dejar claro su importante mensaje para la humanidad: que no les gustan las cebras LGBTI sino las cebras normales. Una cebra LGBTI tiene el mismo derecho a existir que una cebra normal, ¿por qué entonces tanta preferencia por la normalidad? ¿Tiene la ciencia algo que decirnos alrededor de este raro apego a lo normal?
Lo normal es un concepto que se utiliza en las ciencias naturales, sociales y de la salud para medir, comparar, hacer predicciones y otras cosas de científicos. Pero también es una trampa para decir cuál es el deber ser, quiénes son gente contra natura, qué adultos no pueden casarse entre sí, qué comunidades hacen llorar a Dios y otras cosas que lo que consiguen es discriminar.
Intentan apelar a una idea extendida en la sociedad que asume lo normal como un valor en sí mismo, casi como un ideal. Muchas familias influyen para que sus miembros lleven una vida dentro de la norma: que estudien una profesión que les dé para comprarse un apartamento, que se casen con personas del sexo opuesto y se reproduzcan, que no intenten cosas muy locas buscando la felicidad, que no sufran demasiado. Me temo que las empresas en sus largos procesos de selección, que además de pruebas psicotécnicas incluyen visitas familiares donde entrevistan hasta al perro y al gato, lo que buscan con tanto esfuerzo es evitar a como dé lugar la gente excepcional y armar un ejército de la medianía. Incluso en la política se nos está vendiendo la idea del centro, de las aguas tibias, como el ideal para el cambio social.
Y desde el punto de vista de la ciencia, ¿lo normal también es tan bueno? Lo normal, entendido como el promedio aritmético, la media geométrica o estar cerca al punto central de una campana de Gauss, es lo más conveniente en muchos casos. Si a uno le están analizando una muestra para descartar un cáncer, es mejor que no haya muchas células excéntricas ahí. En el estudio del cambio climático habría sido bueno que la temperatura de los océanos no hubiera sobrepasado los niveles históricos normales.
Pero no siempre lo normal es tan deseable. Antes del siglo XX, la media esperanza de vida al nacer rondaba los 40 años (hoy en Colombia es de 74 años). La tasa de mortalidad infantil, gracias a los más recientes avances en medicina y salubridad, se ha reducido más de la mitad desde 1990; es decir, hace tan solo 28 años era de lo más normal que se murieran el doble de niños menores de 5 años que hoy. La ciencia y la tecnología muchas veces lo que intentan es destrozar con toda y para siempre lo normal, lo natural.
Para la ciencia, lo normal no es bueno ni malo, no tiene valor en sí mismo y es tan solo una herramienta. Aun así, hay quienes insisten en usar lo normal o natural como “argumento científico” para discriminar lo que no lo es. Hoy quieren influir en leyes sobre la adopción y el matrimonio igualitario. Hace algunas décadas, el mismo “argumento” justificaba leyes en países como Inglaterra y Estados Unidos que penalizaban la homosexualidad con cárcel, “tratamientos” forzados o castración.
No creo que la ciencia sea capaz de resolver todos los asuntos humanos. Pero estoy seguro de que nos puede dar mejores perspectivas que las opiniones de los discriminadores. Según la astrofísica, lo normal es el vacío. Si a uno lo tiran al azar por ahí en el universo, la probabilidad de que aterrice en algo con masa, como un planeta, es menos de una en mil millones de billones de billones; es decir, prácticamente ninguna. Entonces la Tierra no es normal. El sol y la luna no son normales.
Como lo pone Carl Sagan: “ningún planeta o estrella o galaxia puede ser normal, porque la mayor parte del Cosmos está vacía. El único lugar normal es el vacío vasto frío y universal, la noche perpetua del espacio intergaláctico...”. Entonces aún menos normal es cualquier paso de cebra, tenga los colores que tenga. Ningún humano, sea LGBTI o no, es normal. Los discriminadores y homofóbicos tampoco tienen nada de normal; ante esta perspectiva, lo que tienen es un vasto espacio vacío en sus cabezas.
Andrés Carvajal ha escrito sátiras para diversos medios y formatos, como la ponencia White Elephants Come First (en la conferencia sobre derechos humanos y educación de Colombian Academics en City University of New York - 2016). Ganador de la convocatoria New Media 2017 (Proimágenes, MinTic y Canada Media Fund) con Aprende con Muchotrópico, formato audiovisual de sátira. Cocreador y editor de la serie documental infantil Emoticones, finalista en los festivales Prix Jeunesse International 2018 y FAN Chile 2018. Ilustraciones de Raeioul para Todo es Ciencia. Las opiniones de los colaboradores no representan una postura institucional de Colciencias. Con este espacio, Todo es Ciencia busca crear un diálogo para construir un mejor país.