Investigadores de la Universidad Estatal de Arizona (ASU) y el Centro Nacional de Nanociencia y Tecnología de China han creado unos nanorobots completamente autónomos, programados para encontrar tumores y estrangularlos hasta cortarles el suministro de sangre, lo que puede reducir e incluso acabar con el cáncer. Y en solo 48 horas.
Por ahora, la tecnología ha sido probada exitosamente en ratones y cerdos, a los que se les inyectaron los nanorobots por vía intravenosa. Ya en la sangre, estos segregan trombina específicamente a los vasos sanguíneos asociados al tumor y le inducen trombosis intravascular, lo que produce necrosis tumoral e inhibición del crecimiento. Los resultados se publicaron en Nature Biotechnology.
El funcionamiento de estos robots consiste en hacer que el ADN programado se pliegue sobre sí mismo y se despliegue en el momento necesario, lo que se llama origami (por la técnica japonesa de papiroflexia) del ADN. Es decir, solo llega a administrar los fármacos a unas células específicas. Para ello, utiliza aptámeros, unos anticuerpos químicos dirigidos a unas proteínas que son abundantes en la superficie de las células tumorales y no de las sanas.
Nanorobots que no dañan otras partes del cuerpo
Los métodos actuales de quimioterapia son muy agresivos y, además de actacar a las células tumorales, destruyen también otras partes del organismo. Hasta ahora, el avance en la nanomedicina apunta a superar la dificultad que entraña utilizar nanorobots para buscar y destruir tumores cancerosos activamente sin dañar las células sanas. Pese a que se temían efectos secundarios graves causados por una posible imprecisión de estos robots, otro éxito es que no causaron problemas en otras partes del cuerpo, lo que ha demostrado por primera vez su fiabilidad en modelos animales vivos. El siguiente paso será probar si funciona en humanos.
En septiembre de 2017, se conoció que investigadores del Instituto Tecnológico de California (Caltech), desarrollaron un nanorobot hecho de una única hebra de ADN, capaz de recoger de manera autónoma moléculas y moverlas a lugares específicos. El robot, claro, no es una suerte de androide con apariencia de doctor: más bien es la suma de una pierna con dos pies (necesarios para que el robot se desplace en el torrente sanguíneo), un brazo con una mano (necesario para recoger y depositar las moléculas designadas) y un tercer componente que sirve para que el robot detecte cuando ha llegado al destino de la molécula. Cada segmento es una colección de nucleótidos que realiza automáticamente una tarea específica.
Texto: Beatriz de Vera.
Esta noticia ha sido publicada originalmente en N+1, ciencia que suma.
Imagen: Jason Drees, Universidad de Arizona.