Por Mario Víctor Vázquez
Cuando de manera desprevenida nos ponemos a ojear noticias científicas solemos sorprendernos con avances espectaculares como la misión que lanzó la sonda Parker, que será el primer objeto construido por el hombre que “rozará” la superficie del sol a seis millones de kilómetros, luego de un viaje de siete años para el que se aprovecha la fuerza de gravedad de Venus. Pasamos página y nos enteramos de que con la terapia fotodinámica es posible destruir algunos tumores malignos mediante el empleo de sustancias que los hacen sensibles a una radiación de una determinada energía. Seguimos y leemos sobre estudios sobre el tardígrado, conocido como el oso de agua, un poco agraciado ser microscópico de ocho extremidades que puede vivir luego de someterlo a condiciones extremas de presión, radiaciones, deshidratación y temperaturas extremas; por lo que se lo suele mencionar como el último ser que sobrevivirá a un cataclismo (si bien aún no ha sido verificada su resistencia al reguetón).
Dejamos de leer y solemos pensar: “esto se puede hacer porque ellos, los países avanzados tienen toda la tecnología de punta, tienen dinero y no tienen que sobrevivir al reguetón; así cualquier puede plantear hasta una misión a Marte, nosotros jamás podremos llegar ni cerca”.
Dejando de lado la consideración de que muchas de estas investigaciones si bien dependen de tecnologías avanzadas, el trabajo cooperativo entre científicos de distintos centros, e inclusos países, es un punto clave. Ya se sabe que es más fácil conseguir que se aumente el presupuesto para la ciencia en los países latinoamericanos que conseguir que los científicos dejen su ego de lado y se tomen de la mano.
Volviendo al tema de las tecnologías, es verdad que algunos países disponen de todo lo necesario para desarrollarlas, son dueños de ellas. Pero no son propietarios del conocimiento básico, este es universal y gratuito.
En este punto nos suele salir el espíritu patrio y pensamos que con nuestro ingenio lo compensamos y podemos superar cualquier barrera. Si bien es cierto que esto ayuda y tenemos muchos ejemplos, el ingenio o las ideas brillantes sin conocimiento estructurado son como una casa sin cimientos (es conocido que la única que rompe las reglas es la que construye don Rafael Escalona).
Adquirimos, compartimos y generamos el conocimiento mediante la educación. La educación no es para aprobar exámenes. Estudiamos porque es la secuencia lógica de la construcción del conocimiento, a partir de bases anteriores seguir hacia arriba. Se puede ver la educación en ciencias como el honor de perpetuar la historia siendo los continuadores de nuestros antepasados científicos.
El conocimiento científico es universal. Los escoceses no se consideran los dueños de los logaritmos porque quien los desarrolló en el siglo XVII era conciudadano de ellos. No tenemos que pagar regalías a los egipcios cada vez que trabajamos con una ecuación algebraica. Ni tenemos que pedir permiso a Francia para hacer química usando las ideas de Antoine Lavoisier.
Se nos aclaran las ideas, buscamos ejemplos y recordamos entonces que en la estación espacial orbital se obtiene oxígeno por electrólisis del agua, pero si Alexandre Bequerel no hubiera descubierto el efecto fotovoltaico no sería posible convertir en electricidad la energía solar, y la electrólisis tiene sentido porque dos químicos ingleses la aplicaron y descubrieron que el agua se podía descomponer en hidrógeno y oxígeno, y ellos pudieron hacer esto gracias a que en el 1800 Alessandro Volta presentó al mundo su pila, la que a su vez no hubiera desarrollado sin los trabajos de Luigi Galvani en búsqueda de la misteriosa electricidad animal… Y así podríamos seguir hacia atrás pero se nos hace tarde y reflexionamos que la ciencia no nace con nosotros, los científicos no son como un jugador de fútbol habilidoso y millonario que nace de vez en cuando, son prolongación de un equipo que trasciende los años.
También nosotros podemos pensar en una misión a Marte, salvo que la primera fase no queda por Venus ni otro planeta, está por aquí cerca, en la escuela y en la universidad. La clave es la educación científica, así lo último que quede por aquí al final sea un pequeñito gusano de ocho brazos que se mueve como si no le importara nada todo esto.
Mario Víctor Vázquez es investigador, docente y divulgador científico. Profesor Titular de la Universidad de Antioquia. Doctor en Ciencias Químicas de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Director del programa radial El Laboratorio y creador del Colectivo Quími Komedia. Ilustraciones de Raeioul para Todo es Ciencia. Las opiniones de los colaboradores no representan una postura institucional de Colciencias. Con este espacio, Todo es Ciencia busca crear un diálogo para construir un mejor país.
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