Cuando de repente la pandemia apareció, tuvimos una disrupción en nuestros hábitos, que, a largo plazo, deja profundas secuelas y hoy se empiezan a notar. Si nuestro cuerpo hablara, nos contaría esta historia.
Por Nina González A.
Es difícil pensar en la pandemia y dejar de lado la experiencia personal, el tinte de las primeras sensaciones que impregnaron la tranquilidad. El cuerpo, antes siempre en movimiento, tuvo que entrar en letargo exterior, y por dentro permanecía más inquieto que nunca. Pero el Covid-19, que llegó a la vida de todos de una u otra manera, le dejó una huella diferente a cada quien tanto a nivel físico, fisiológico y mental. Aún más en Colombia, en donde la población es tan diversa como su geografía.
Esta historia cuenta la experiencia del cuerpo en aquel grupo de personas que pudo seguir con su vida desde el escritorio, el comedor, la cocina o la sala de su hogar. Más de un año y medio después de decretada la pandemia que aún no termina, nuestro cuerpo vive una metamorfosis que habla desde el dolor en el cuello, la espalda baja, el ardor en los ojos... Con espacios de trabajo improvisados o escritorios que se usaban con menos frecuencia, las posturas empezaron a cambiar y mantenerse por más y más horas.
Si pudiéramos materializar en una imagen el dolor por la metamorfosis de nuestro cuerpo a raíz de los efectos a largo plazo de la pandemia, podría verse así.
Con las videollamadas, los celulares y aunque no siempre, pero también está más presente la interacción con la realidad aumentada. Nuestro cuerpo letárgico pudo tener un escape en la Phygital Reality, ese espacio que permite estar conectados a pesar de estar físicamente separados del mundo exterior para continuar con nuevas rutinas. Según Euromonitor, quienes están en la edad de los 15 a los 44 años, en su mayoría empieza a tener una actitud distinta y ya no distinguen la diferencia entre lo virtual y no virtual.
El tipeo constante en un teclado o en una pantalla táctil deja más propensión a las tendinitis y túneles del carpo, y en las uñas se nota también la falta de vitamina D a causa de la menor exposición al sol. Más de un año y medio después, con menores restricciones para mover el cuerpo, a muchos les cuesta salir de casa y volver a la vida social.
No esquivar los rayos del sol, que además de calentar el cuerpo y el alma, ayuda a regular el metabolismo del calcio, un componente esencial para la salud de los huesos. Influye también en el control de la tensión arterial y el buen funcionamiento de las arterias. Como cuenta la periodista española especializada en biomedicina, María Sánchez-Monge estas funciones se pueden alterar por la falta de vitamina D sin un buen baño de sol.
Nuestros ojos son la ventana del cerebro, a través de ellos percibimos la luz, la irritación y la fatiga también es visual.
Si nuestro cerebro hablara, diría: fatiga. La escasez de luz natural y una mayor exposición a la luz azul que los aparatos electrónicos emiten también imponen un conflicto para nuestro cuerpo en el ritmo de sueño y vigilia. En el país, el insomnio aumentó en un 30% durante los dos últimos años y la pérdida de sueño está relacionada con una larga lista de enfermedades crónicas, como el Alzheimer, la ansiedad, la demencia, la depresión, la hipertensión y la diabetes tipo 2. Afecta la función cognitiva, la atención y la toma de decisiones; consecuencias a largo plazo que señala un artículo de la consultora global McKinsey & Company.
El cerebro también dice: estrés y depresión. Si en la noches ya no dormimos tanto, es porque no nos sentimos bien, nuestra salud mental es más vulnerable y según un reciente estudio del Ministerio de Salud, la ansiedad es el nuevo intruso en las mentes de las mujeres entre 15 y 39 años, quienes han pedido orientación a la línea 192, en la opción 4. Lo cual no significa que esté ausente en los hombres, ellos también pueden agarrar el teléfono.
Al fin y al cabo, nos gusta hablar por teléfono: sigue siendo el preferido de los colombianos, por mucho que creamos que la aceleración digital se haya exacerbado, de acuerdo con un informe de junio del 2021 del Consumer Track de RADDAR, el teléfono sigue teniendo el 77% de uso frente a WhatsApp con un 10 %, y el porcentaje restante se divide en las diferentes plataformas. Por lo tanto, nuestra voz y oídos también protagonizan esta metamorfosis post pandémica, saturados de peso físico por el tapabocas y cuanto adorno necesitemos, más los auriculares para atender llamadas y videollamadas, incluyendo el sonoro.
En los oídos reposan los cauchos del tapabocas, pero también en la nariz y en la piel que se reseca más, tiene más alergias, reacciones y aparición de acné. Algo que se relaciona con una nueva percepción de la higiene, de acuerdo con RADDAR, durante los aislamientos vivimos en dos etapas: la primera de aseo extremo y la segunda de relajación.
Sea como sea, puede que hayamos usado menos shampoo, el pelo se haya caído más por el covid y por los diferentes estragos de nuestros intrusos mentales; pero nos importa estar siempre impecables, así no estemos bien ni por dentro ni por fuera, nos compramos el tinte de pelo y la ropa para estar presentables en la calle y en la cámara; como si nada hubiera pasado.
Este artículo fue escrito por Nina González A. Ella cree en la expresión con sentido y que el mundo puede ser contado a través de la ciencia y el arte. Es comunicadora social-periodista y Fashion Stylist.
Las ilustraciones son de Sofia Andrade.