Tomar una u otra decisión frente a un problema trae consecuencias directas para las personas. Por lo tanto, predecir los posibles escenarios de cada elección antes de seleccionar alguna, utilizando datos y ciencia, puede traer beneficios para los tomadores de decisiones y aquellas personas encargadas de diseñar políticas públicas. Esta es la historia de cómo un científico educa a políticos en ciencia de datos, a través de metodologías participativas que permiten tomar decisiones de manera informada.
¿Que tienen en común los científicos y los políticos? Desde mi punto de vista, que ambos grupos de personas, en teoría, buscan el beneficio de la sociedad. Los científicos a través de sus curiosas preguntas que resultan en investigaciones que conducen al bienestar y progreso de la sociedad; y los políticos, si se comportan como verdaderos servidores públicos, deben legislar para el bienestar y el progreso de la sociedad en la que gobiernan. Sin embargo, no siempre ambos grupos interactúan o se comunican entre sí para cumplir con este cometido.
Tal vez, una de las travesías más interesantes para un científico es cruzar las puertas de su laboratorio, porque literalmente sale de una zona de experimentación y condiciones controladas donde una pregunta de investigación guía su quehacer diario. En el laboratorio el científico escribe reportes, se actualiza con lecturas de artículos y libros sobre los más recientes avances en su área de investigación, diseña y conduce experimentos para testear hipótesis, publica sus resultados en revistas específicas de su disciplina y se toma un par de descansos entre las jornadas extensas de trabajo, compartiendo un café con sus colegas, donde casi siempre, surgen nuevos proyectos e ideas.
Sin embargo, esta idea del científico encerrado en el laboratorio u oficina está cambiando y se está desdibujando cada vez más este modelo o estereotipo del científico como el hombre blanco, de bata y cabello desarreglado. La razón de este cambio de estereotipo puede tener varias explicaciones, por un lado, la ciencia que se hace hoy en día no necesariamente está solo ligada a un espacio físico llamado laboratorio. El concepto de laboratorio científico no se reduce a un recinto: es todo espacio o momento donde ocurre la experimentación científica. Por otro lado, los científicos no solamente trabajan en áreas académicas, ya es común ver físicos optimizando modelos financieros en bancos, neurocientíficos dirigiendo estrategias de marca o biólogos moleculares incursionando como cineastas. Además, algunos científicos nos estamos preocupando más por visibilizar nuestra labor al público en general, quien debería consumir y demandar cada vez más ciencia, no solamente los académicos.
Hoy en día las científicas y los científicos tienen más participación en diferentes contextos, tales como el emprendimiento de base científica, en la industria, en cargos de liderazgo en compañías que desarrollan productos, como diplomáticos o incluso como activistas en organizaciones no gubernamentales (ONG's) y organizaciones públicas. Lo interesante ahora es ver a los científicos en contextos políticos o en contextos donde el conocimiento que generan puede ser parte de la creación de una política pública.
Y es que salir del laboratorio y tratar de explicar lo que se hace por años no es tan fácil. Permitirse un lenguaje sencillo requiere unas habilidades comunicativas avanzadas que normalmente tienen que ver con el nivel de comprensión que se tiene sobre el tema. A veces entre más se comprende algo, más sencillo es ponerlo en palabras simples. Pero también, los temas deben ser atractivos para la audiencia, necesitan tocar sus fibras y permitir que sean lo suficientemente cercanos a la realidad de los contextos para conseguir audiencias enganchadas o motivadas. En fin, inspirar acción en las personas. Por ejemplo ideas tan esenciales para la ciudadanía como lavarse las manos constantemente para evitar la transmisión de una enfermedad de fácil contagio por contacto físico (enfermedades infecciosas causadas por virus), algo que posiblemente suene trivial, es un conocimiento que se ha acumulado desde siglos atrás y ha requerido la participación de muchos científicos para descubrir cómo se propagan las enfermedades.
Ahora, el área de los recursos naturales, la biodiversidad y en general, la conservación de la naturaleza está teniendo urgencia de ser comunicada con mayor premura e información científica. Los científicos quieren ofrecer herramientas y más información para que todos sintamos que la ciencia es una construcción colectiva y se trata de comunicarnos para avanzar como sociedad. De manera que, informados, tomemos mejores decisiones día a día y seamos portadores de conocimiento que nos permita vivir una mejor calidad de vida.
Este panorama exige hacer las cosas diferentes. Por esta razón, inspirado en #CienciaEnElParlamento, una iniciativa ciudadana que nace en 2017 y se ha consolidado en la sociedad española como la oportunidad donde la evidencia científica se toma las salas legislativas del parlamento de España, se me ocurrió que no solamente se trate de encontrarlos en un punto en común, sino de generar un espacio de discusión lo suficientemente atractivo para que ambos, científicos y políticos, formalicen esta relación: #CienciaParaPolíticos2.0.
En #CienciaEnElParlamento, los científicos toman lugar por una jornada en las sillas junto a los tomadores de decisiones, para exponer, con fuentes de información basadas en hechos científicos y datos demostrables, problemáticas y soluciones que potencialmente se convierten en una política pública. Por ejemplo, discutir la ley pensional con expertos en envejecimiento, o leyes sanitarias con genetistas e incluso la gestión de ciberseguridad nacional con expertos académicos de la computación e inteligencia artificial. Así, estos debates públicos para compartir puntos de vista sobre el rol que cumple el conocimiento científico en el desarrollo legislativo traen como consecuencia un diálogo en el que generalmente los políticos hablan más de ciencia y los científicos hablan más de decisiones que afectan a los ciudadanos.
Atraer a más políticos y actores en cargos directivos a pensar con datos y tomar decisiones informadas es una tarea que implica acercar la ciencia con visualizaciones y modelos sencillos, para que las personas acepten esto como un recurso útil y no como una pérdida de tiempo al tratar de entenderlo.Por esta razón, mi visión como científico y ahora candidato a doctor en Ingeniería de Recursos Naturales en la Universidad de Canterbury en Nueva Zelanda consiste en validar modelos matemáticos creados sobre sistemas complejos, y enseñarlos de manera clara y precisa a los políticos y tomadores de decisión, para que juntos, en plataformas participativas, talleres de ciencia abierta y juegos de decisión, entendamos los escenarios que están detrás de cada dictamen o juicio que se tome.
Esto es #CienciaParaPolíticos2.0, un programa de investigación que nace con la idea de convertirse en movimiento. La versión 2.0 de la toma de decisiones informada. Un programa que aloja a científicos y ciudadanía empoderados de los problemas que les aquejan para demandar acciones legislativas al respecto. Que permite a los políticos comprender que pueden disminuir la incertidumbre sobre una decisión si tienen más información y datos que les permita visualizar escenarios concretos.
En mi caso, el ejemplo claro es cómo planear para la resiliencia ante desastres naturales. Jugar con simulaciones de riesgo de desastres para tomar decisiones de priorización y planeación ante determinadas amenazas. ¿Qué sucedería si las voces de la comunidad y los científicos participan en medio de las discusiones para planear las prioridades de atención al momento de un desastre? O ¿cómo estimular a los tomadores de decisiones para que elijan, de acuerdo a la evidencia, dentro de opciones que arrojan un resultado simulado previamente?
Al final, la lección es tratar de ver las decisiones como un juego de riesgos, donde cada vez que comprometemos el presupuesto de los ciudadanos en una u otra elección, estamos responsabilizándonos por una determinada acción bajo una incertidumbre. Tener más datos, más información y escenarios claros de cada una de estas opciones de elección, permite, de manera honesta e informada, reducir la incertidumbre y tomar la decisión que, según los escenarios evaluados, darán como resultado una mejor decisión. Una decisión informada.
Estas metodologías o juegos serios de simulación, que tienen matemáticas avanzadas en su estructura y grandes cantidades de información (ciencia de datos) consignadas en su esqueleto, no se muestran como el “complejo” modelo computacional o las “complicadas” plataformas de decisión. Por el contrario, se diseñan como juegos interactivos, basado en teorías educativas de gamificación o ludificación, en las que se utilizan dinámicas para potenciar y motivar ciertos momentos de aprendizaje.
Los juegos serios para políticos, en este caso, fomentan un espacio seguro donde pueden tomar riesgos para demostrar con datos y ciencia cuál de las opciones resulta en la mejor decisión para el bien común. Idealista, pero capaz sea la forma como mejor podremos estimular la creatividad legislativa en medio de tanta tensión, permitir que se equivoquen en la simulación, y no en la realidad. Simular los escenarios que mejor se ajustan a lo que están legislando y así puedan evaluar cuál será la mejor decisión para el bien común.
El resultado: modelos dinámicos y participativos que permiten a los políticos tomar mejores decisiones y a los científicos poner, en el contexto real y legislativo, el conocimiento y hallazgos de sus investigaciones. Una experiencia fascinante como arena común de negociación y diálogo. Pareciera ingenuo, pero está funcionando. El siguiente paso es “una feria de la ciencia en el Congreso”, donde los encargados de formular políticas y el público en general se encuentran con lared de científicos comprometidos con demostrar que algunos problemas requieren soluciones técnicas.
Por esto, #CienciaParaPolíticos2.0 es más que un programa de investigación o un futuro resultado de tesis doctoral, es una apuesta por salir de los cómodos laboratorios y oficinas y atreverse a sentar precedentes, para movilizar el cambio y salir ¡de los laboratorios al Congreso! Una propuesta donde la ciencia sea fuente de información para la creación de políticas públicas.
En conclusión, como dice Hans Rossling en su reciente libro Factfulness, una visión del mundo basada en datos facilita nuestra existencia por dos razones: la primera, porque nos permite navegar mejor entre las complejas decisiones de la vida, y la segunda, porque una vida soportada todo el tiempo en datos y evidencias es más cómoda, crea menos estrés y más esperanza que la visión dramática y negativa de la vida.
Bryann Avendaño es un científico colombiano dedicado al desarrollo y la educación rural. Actualmente es candidato a Doctor en Ingeniería de recursos naturales en la Universidad de Canterbury en Nueva Zelanda. Bryann lidera, junto con otros científicos, las políticas públicas de acceso a educación científica de calidad en ScienteLab -Transformando Con Ciencia-.
Las ilustraciones son de Saga Uno
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