Por Ana María Mesa
Cuando nacieron las universidades para profesionalizar algunos saberes, el conocimiento todavía no era tan vasto como ahora, de manera que quienes asistían a ellas para aprender medicina, por ejemplo, en el camino recibían también lecciones sobre literatura, lenguas, filosofía, arte. Solo fue a medida que el conocimiento se hizo cada vez más extenso que surgió la necesidad de especializarse y de compartimentalizar los saberes. Por supuesto, la categorización de los conocimientos es necesaria para poderlos abordar, pero es justo decir que no salimos precisamente ganando cuando perdemos la oportunidad de conocer cosas del mundo que nos ayudan a comprenderlo mejor.
La dermatología es una de esas áreas del conocimiento que se vio muy beneficiada por la ausencia, todavía en sus inicios, de una fuerte especialización. Pero primero es necesario decir que por la facilidad de acceso al órgano de la piel esta es una de las especialidades más extendidas. Por ejemplo, mientras que los psiquiatras estudian alrededor de 15 enfermedades mentales de uno de los órganos más complejos y desconocidos, todavía, para el ser humano, la dermatología conoce más de 3.000 enfermedades diferentes y, por lo mismo, cualquiera de nosotros está en capacidad de informar a su médico si lo que tiene es una roncha, una alergia o una llaga.
Cuando la medicina dejaba de parecerse a la magia y comenzaba a volverse una ciencia en todo rigor, la dermatología ya diferenciaba la lepra del sarampión y los lunares de la mugre.
Y aquí es justamente donde interviene la unión entre el saber científico y el artístico para socorrer a los médicos en su necesidad de difundir los conocimientos en dermatología.
Moulages es el nombre que reciben cerca de 5.000 moldes en cera que están exhibidos en el Museo del Hospital de San Luis, en París, que representan enfermedades dermatológicas y que tenían por objeto divulgar el conocimiento científico de la época.
Deverige, un dermatólogo francés del siglo XIX comenzó la colección de arte plástico sobre enfermedades dermatológicas con una serie de acuarelas de lesiones cutáneas. Luego se incorporaron algunas fotografías coloreadas a mano y 3.662 moldes en cera sobre dermatosis y lesiones sifilíticas. Luego agregaron 615 moldes realizados por Baretta, un joven artesano que se ganaba la vida haciendo bodegones y que fue contratado de por vida por Charles Lailler, el creador del museo y presidente de la Sociedad Francesa de Dermatología, para que se dedicara a la reproducción de ronchas y pus. Luego se sumaron otras colecciones sobre patologías pediátricas encargadas a Jumelin, otro artesano y otras más sobre sífilis hechas por Jumelin y Baretta.
La colección puede verse en este enlace y aunque la página está en francés y uno no entienda nada de dermatología, el arte está al alcance de todos y habla en un solo idioma. Los moldes son capaces de reproducir el dolor que deben causar esas enfermedades, y las representaciones son tan reales que pareciera que muchas de ellas deberían oler. Entonces aquí el arte cumple dos propósitos: el de la medicina, ayudar a entender las enfermedades, y el propósito típico del arte, conmover y transmitir emociones.
Lo que me parece fascinante de esta relación entre el arte y la medicina es la belleza del resultado de cosas tan grotescas como la lepra. Encuentro poesía en la perfección de los moldes de cera inspirada por esa necesidad humana de sanar. Pienso en la reflexión que pudo motivar esta unión y me parece que está llena de grandeza: con las herramientas que tenemos vamos a tratar de representar estas enfermedades, para que otros puedan reconocerlas cuando las vean y sepan cómo tratarlas. Me gusta lo que eso dice de la humanidad, de lo recursivos que somos y del servicio amplio que los saberes diversos que hemos adquirido con el paso de los siglos nos prestan.
Ana María Mesa es periodista. Columnista en La Patria de Manizales. Y realizadora en Radio Nacional de Colombia. Fotografías usadas bajo autorización © F.Marin, P.Simon / Musée des moulages, Hôpital Saint-Louis, AP-HP Las opiniones de los colaboradores no representan una postura institucional de Colciencias. Con este espacio, Todo es Ciencia busca crear un diálogo para construir un mejor país.
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