Sin distinguir edad o procedencia, todos hemos conocido e interactuado con la tabla periódica, sea en el colegio o en la universidad. En ella están todos los elementos químicos ordenados por su número atómico, sus propiedades químicas y su configuración de electrones.
En 1869 el químico ruso Dmitri Mendeléyev publicó la primera versión de la tabla periódica, su objetivo era ordenar los elementos químicos que se conocían hasta la fecha teniendo en cuenta sus propiedades. Aunque de manera independiente el químico alemán Lothar Mayer venía trabajando también en su propia versión de la tabla periódica, Mendeléyev se llevó el crédito principal por ser el primero en publicarla.
Aunque él es considerado el padre la tabla periódica, la versión que conocemos hoy es producto del trabajo de muchos científicos. Los cambios más significativos que se han dado en los últimos años corresponden, entre otros, al trabajo del físico atómico y nuclear estadounidense Glenn Seaborg, reconocido por descubrir los elementos transuránicos.
A principios de diciembre de 2016, la tabla periódica tuvo una renovación: su séptima fila tiene 4 elementos nuevos. Estos elementos, descubiertos por científicos de Japón, Rusia y Estados Unidos, corresponden a los números 113, 115, 117 y 118, y fueron denominados Nihonio, Moscovio, Téneso y Oganesón, respectivamente.
La Unión Internacional de Química Pura y Aplicada (IUPAC, por sus siglas en inglés) ya ha dado visto bueno a la inclusión de estos 4 elementos en la tabla periódica. Y teniendo en cuenta su norma de que los nombres se relacionen con un lugar, región, propiedad o al nombre de un científico, los nuevos elementos fueron bautizados de esta manera, ya que: Nihonio (Nh) viene de la palabra Nihón, que significa Japón; Moscovio (Mc) hace referencia a Moscú, la capital rusa; Téneso (Ts) hace referencia a Tennessee, estado estadounidense reconocido por su trabajo en la Química; y Oganesón (Og) hace referencia a Yuri Oganessian, físico nuclear ruso.
Estos cuatro elementos son elaborados sintéticamente por científicos, por lo que no existen fuera de un laboratorio. Se caracterizan por ser altamente radioactivos y por tener una vida muy corta, de segundos y milisegundos, lo cual hace que su estudio e investigación de usos prácticos se dificulte.