Por Brigitte Baptiste
Siempre me sedujeron las novelas de extraterrestres y soñaba, como el personaje que visitó la Ganímedes de Ibrahim, viajar a otros planetas y conocer otras civilizaciones. También devoré todas las historias que emparentaban las pirámides de Egipto con las de México y a su vez éstas con las grandes catedrales europeas, o las cabezas de la isla de Pascua con los monolitos de San Agustín. Las incógnitas que deja el pasado histórico son el material favorito de la especulación, incluso más allá de las que provienen de la geología o las ciencias biológicas, tal vez porque le infunden un toque de misterio y pasión humanas del que estas carecen en principio: la teoría de la evolución de Darwin y Wallace, por ejemplo, no sería tan conocida de no haber vinculado en su discusión el parentesco de lo humano con lo animal en un particular momento de la historia del colonialismo inglés.
Con frecuencia compro los tabloides que reportan la presencia de monstruos en un vecindario canadiense, el avistamiento de perezosos gigantes en las selvas colombianas de Chiribiquete o la movilización masiva a encuentros OVNI: la materia prima de programas tan divertidos y populares como Los Expedientes X. Me encanta seguir el proceso racional que pretende sostener la lógica de las narraciones o los eventos, descubrir las falacias argumentativas, el sesgo inconsciente que los autores de las noticias imponen a sus verdades ante la búsqueda de sentido que les proporciona. Porque una persona convencida de la visita de los marcianos jamás apelará al engaño o al truco comercial para imponer su verdad: luchará con ahínco para demostrar la plausibilidad de los hechos, los interpretará con ojos alternativos, controvertirá a quienes no comparten su perspectiva. De hecho, apelará al método científico para justificar su interpretación del mundo, un gesto valeroso donde los mitos y las pasiones son de gran utilidad para construir las decisiones colectivas que requiere la sociedad, un gesto que muchos comerciantes también saben aprovechar a su favor…
Especular —es decir, construir interpretaciones gratuitas de los fenómenos perceptibles— es uno de los grandes placeres de la convivencia y las conversaciones entre humanos. Nos permite disfrutar las cualidades extrañas del pensamiento ajeno, evidenciar los valores y fuentes de su tradición con respeto, nos lleva a representar el mundo de maneras no imaginadas a través de las artes. Nada que ver con la publicidad engañosa, con el trucaje de los malos ilusionistas, con la terquedad violenta del dogmático, aunque estas tres cosas se alimentan de la incertidumbre natural de los sistemas de conocimiento y la volubilidad humana que temiendo lo raro también lo ama, pues contribuye a dar sentido a la existencia.
La ciencia y los científicos se indignan a menudo con los hábitos especulativos de las personas y son desdeñosos y arrogantes cuando estas les plantean sus cuestionamientos, incapaces de valorar el gesto natural de la indagación, la curiosidad, el ejercicio de la mente y el lenguaje que subyace. Ávidos de tiempo para sus agendas, olvidan que sin la especulación no se llegarían a construir hipótesis, no habría razón para adoptar programas de trabajo para mejorar el bienestar humano y del resto de seres vivos del planeta, no se podría organizar la construcción social del conocimiento. Por ello la escuela debe promover el pensamiento divergente, la innovación lingüística para narrar el mundo desde otras perspectivas, los valores del respeto a la diferencia profunda y las experiencias alternativas de la subjetividad: quien con ello no deriva en la ciencia, será un gran artista. La única manera de controvertir al político manipulador, al predicador que abusa aprovechándose de la verosimilitud de su relato es saber cómo opera el método científico, capaz de dudar de todo y, sobre todo, de sí mismo.
Brigitte Baptiste es la Directora General del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt. Actualmente es miembro del Panel Multidisciplinario de Expertos de la Plataforma Intergubernamental Científico-Política sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (MEP/IPBES) en representación de América Latina. Ganadora del Premio Príncipe Claus 2017 por su trabajo en ciencia, ecología y activismo de género. Ilustraciones de Jhonny Rodríguez Quintero para Todo es Ciencia. Las opiniones de los colaboradores no representan una postura institucional de Colciencias. Con este espacio, Todo es Ciencia busca crear un diálogo para construir un mejor país.