por Efraín Rincón
Aquí van unos datos de cómo anda Colombia en términos de biodiversidad, según el Global Biodiversity Information Facility(esta información la encuentran en el Sistema de Información sobre Biodiversidad): primer país en aves y orquídeas; segundo país en plantas, anfibios, mariposas y peces dulceacuícolas; tercer país en palmas y reptiles y (sonido de redoblante) cuarto país en mamíferos. Técnicamente, es un hecho que Colombia es un país biodiverso. Sí. ¡Estamos en el top cinco! (pura fanfarria uhhhh). No tan rápido. ¿Podremos hablar con la misma convicción de que la ciencia, que en últimas estudia toda esta biodiversidad, es realmente diversa? Una diversidad representada en participación de hombres y mujeres, en la articulación con las regiones o en la relación con otros conocimientos.
La diversidad en la ciencia significa una ventaja. Distintos ojos sobre un mismo problema regalan la posibilidad de encontrar una solución o innovación de manera más eficiente. Y no solo en términos utilitaristas, pues enfrentarse a la diferencia también implica desarrollar la tolerancia.
Por ahora, quedémonos sólo en el primer aspecto, el de mujeres y hombres en la ciencia –porque hay mucha tela que cortar–. Ante esto, las cifras de la UNESCO dirían que la ciencia no es diversa, porque solo el 30% de los investigadores en el mundo son mujeres. ¿Y Colombia? Bueno, la proporción en la carrera científica empieza ‘bien’, en pregrados el 55% son mujeres y el 45% hombres. El cuento es que esta proporción no se mantiene ni se equilibra: en doctorado, el 40% son mujeres y el 60% hombres, y en investigación, el 38% son mujeres y 62% son hombres. Claramente, uno de los retos es que, por lo menos en la participación, el porcentaje sea equitativo. Este es un tema que incumbe a todos: científicos, políticos, colegios y universidades y gobiernos.
Déjenme presentarles a Mabel Torres, bióloga del Chocó y Doctora de la Universidad de Guadalajara, especializada en temas de Sistemática, Bioprospección y Biología de hongos. Ella hace parte de la Misión de Sabios y desde ahí quiere que estos temas de género, raza, región, pensamiento, etnia, etc., estén sobre la mesa. “Soy una mujer altamente comprometida con los valores de las causas étnicas, con las causas de las mujeres negras y, sobre todo, con las causas de las mujeres científicas”, cuenta Torres.
En la ciencia y la academia colombiana, ha sido evidente la desigualdad entre hombres y mujeres. Para la muestra, hace veinticinco años, en la primera Misión de Sabios, auspiciada por el Gobierno de César Gaviria, de sus diez integrantes solo una era mujer: la microbióloga Ángela Restrepo. Hoy, en la Misión de Sabios 2.0 el panorama es distinto, pero no el ideal: de los cuarenta y tres integrantes, quince son sabias.
Por sus características, la Misión de Sabios representa una oportunidad para sentar precedentes y para que en sus recomendaciones y planes de política pública se tengan en cuenta los temas de equidad. “Soy positiva de que ocurra algo de la Misión. Creo que la iniciativa en sí es una iniciativa poderosa”, dice Torres, nacida en Bahía Solano. Y aunque reconoce que se deben ajustar tuercas, es optimista, “Sí es una iniciativa que recoge de alguna manera el trabajo que hemos hecho los científicos en este país”.
Una misión internacional
Entre las grandes diferencias con la Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo, de hace veinticinco años, donde estuvieron mentes como Gabriel García Márquez, Rodolfo Llinás (que hace repitis), Manuel Elkin Patarroyo, Ángela Restrepo, entre otros, es que esta Misión es internacional, pues doce profesionales son de países como Francia, Chile, Reino Unido, Holanda, Estados Unidos, Alemania y España.
Este es el caso de Federica Di Palma, del Reino Unido, Directora de Ciencia del Instituto Earlham y profesora de la Universidad de East Anglia (en el mismo país). Di Palma hace parte del grupo Biotecnología, Medio Ambiente y Bioeconomía. Ahí también está Mabel, quien es fundadora de Selvacéutica, un emprendimiento en el Chocó basado en la bioeconomía.
Para la científica británica, “La representación de otros países en la Misión hace que el enfoque multicultural para desarrollar la agenda científica sea constructivo. Es muy importante tener una agenda interdisciplinaria”. Ok. Entonces partamos de ese hecho, el de la importancia de una ciencia diversa. En temas de género y equidad, muchos otros países llevan un proceso más largo y, aunque no representen la solución para Colombia, sí nos pueden dar luces.
Federica Di Palma hace parte de la Misión de Sabios.
Como a muchas mujeres en la ciencia, a Di Palma le toca enfrentar ciertos desafíos en un campo que en su mayoría es de hombres. “En ocasiones, aunque seamos muy capaces, aunque seamos expertas, nuestras voces son oídas, pero no escuchadas”, afirma esta investigadora, que también dirige la red BRIDGE Colombia, una alianza colaborativa entre investigadores del Reino Unido y este país. A su cargo está el proyecto GROW Colombia, que coopera para estimular el desarrollo socioeconómico basado el conocimiento en la biodiversidad colombiana. Sobre este desbalance entre la mujer y el hombre en el campo de la investigación, “estamos mejor de lo que estábamos hace veinte años, pero todavía tenemos un largo camino por recorrer. También aquí en el Reino Unido”, añade.
Y aunque para ella aún no es claro cómo se abordarían estos temas en la Misión, sí está segura de cómo lo debe hacer cualquier país en el mundo, “el balance de género en la ciencia es muy importante y hay que tomar acciones sobre eso. La mayor parte del tiempo, las personas son conscientes de que existe baja participación de las mujeres en la ciencia, pero aún hay mucho que hacer para lograr un equilibrio”, comenta Di Palma.
La experiencia de Federica Di Palma trabajando e investigando con científicos colombianos le ha mostrado la capacidad de investigación del país, especialmente el de científicas, “en los niveles altos, practicantes o investigadores he visto mujeres muy capaces y empoderadas haciendo su trabajo de una manera muy apasionada”, dice Di Palma.
La participación equitativa de la mujer en la ciencia, donde sea que fuere, es un derecho y es necesaria para tener perspectivas que enriquezcan a la ciencia. Este es uno de los puntos que resalta Di Palma, “la perspectiva que trae cada mujer es útil, por lo que es importante hacer un esfuerzo por la equidad de género”. Para ella, “patrocinar y apoyar a las mujeres en las primeras etapas de la carrera es importante. Los hombres juegan un papel muy importante respaldando a las mujeres que optan por una carrera científica”.
Una ciencia que incluya a mujeres capacitadas, así como un sinnúmero de pensamientos y grupos que han sido aislados históricamente, tendrá un efecto positivo en su desarrollo. En la Historia, personajes como Rosalind Franklin o Jocelyn Bell son muestra de que innovaciones o descubrimientos surgieron gracias a su punto de vista.
Un Juego de poder ¿normal?
Cada vez son más las mujeres científicas que deciden contar sus denuncias e historias, muchas veces escondidas por años. Por lo menos en Estados Unidos, encuestas y estudios demuestran que más de la mitad de mujeres en la academia han experimentado algún tipo de abuso. Quiere decir que aparte de tenerla difícil para participar en la ciencia, a las mujeres también les toca lidiar con otro problema: el abuso.
“Había comentarios que sí eran machistas, pero que no eran extremadamente violentos, más de bullying que podían ser chistosos, y que uno minimizaba. Ahora, más grande, digo ‘uyy debí haber parado a esta gente’”, cuenta Mabel González, bióloga y química colombiana que hace su doctorado en la Universidad de los Andes. Ella estudia si entre individuos de ranas venenosas hay una variación en sus toxinas. Sin embargo, este no es el único veneno con el que una científica se puede encontrar en su carrera.
Como en muchas otras esferas académicas, profesionales y personales, en las ciencias existen conductas y acciones que son machistas: desde comentarios que pueden pasar por “chistosos”, hasta comportamientos inapropiados, acosos laboral o sexual, agresiones y desprecio o menosprecio profesional.
Mabel González estudia las ranas venenosas colombianas de la familia Dendrobatidae.
Los abusos de cualquier tipo son sistemáticos, todavía son difíciles de abordar. “Yo siento que sí había líneas grises entre la discriminación y los temas. Yo no tuve que vivir de alguno, pero sí sé de compañeras. No se habla de eso”, cuenta González.
Todo esto se vuelve más problemático a causa de la ‘normalización’. Así lo expone uno de los estudios más completos sobre estos temas, publicado por The National Academies of Sciences, Engineering, and Medicine. “Dejar pasar” por tener que aguantarse, por costumbre o por desconocimiento es uno de los cinco factores que, aclara el estudio, podrían explicar parte de estos abusos sistemáticos. Los demás causas son: predominancia de hombres en estas áreas, la jerarquía y concentración de poder en hombres, un problema de educación y cultura y la falta de regulación y leyes desde las instituciones.
Esto también se evidencia en una carta publicada en la revista Science por un grupo de científicas latinas, donde denuncian que “las científicas latinoamericanas, por ejemplo, están inmersas en una sociedad donde el machismo es normalizado” y agregan, “Las científicas latinas se acostumbran a condiciones laborales injustas, donde deben protegerse de los insinuaciones sexuales no deseadas y arriesgarse a represalias e intimidaciones de colegas insatisfechos”.
“La ciencia de hombres, ricos y blancos”
No se puede negar que el panorama es distinto al de años atrás, pero las cifras, en efecto, son muestra de que la mujer científica en Colombia sigue en desventaja. Y, sin embargo, no se puede reducir todo a un problema de números, hay fallas de tipo estructural en el país. “Yo pensé que la ciencia era un tema de hombres, ricos y blancos", le dijo una estudiante que hacía una estancia en su laboratorio a Mabel Torres, “Esto es una estereotipación y una carga demasiado tremenda. Muy tremenda”.
Y ¿Cómo querer ser algo que no se conoce? Según datos de la Iniciativa 11 de febrero, el 7% de las niñas en el mundo se ven como científicas en un futuro. Pero, no lo olviden, los números son solo una muestra. “Les hablan del derecho, conocen al médico que las atiende, les hablan de la medicina, les hablan de lo importante que son los cantantes, las actrices y el fútbol” –¿Pero quién les habla de que la ciencia también es un camino?– “Nos muestran en televisión cada vez que nos ganamos un premio o que hacemos algo súper extraordinario, cuando todos los días las científicas y mujeres negras hacemos cosas extraordinarias”, explica Torres.
Mabel Torres también hace parte de la Misión de Sabios.
A esto hay que agregarle los sesgos de género que enfrentan las mujeres desde que están en el colegio. En un estudio en el que participa la directora de posgrados en Economía de la Universidad Javeriana, Luz Karime Abadía, encontraron que en el colegio a las mujeres les va peor en matemáticas y ciencias. Por su parte, en las pruebas Saber 11, las mujeres mantienen un nivel menor que los hombres en estas áreas. Todo esto afecta la forma en que se tomen las decisiones ¿Por qué ocurre esto? Para Abadía, esto tiene que ver con la falta de motivación en las niñas, culpa de las creencias culturales que reafirman los roles en la sociedad de acuerdo al género.
Para enfrentar este problema, Torres trabaja con la comunidad en proyectos como los Clubes de Ciencia e Innovación, donde involucra a las niñas de la región para motivarlas. Su trayectoria y ejemplo la han convertido en un referente de cambio, “al final, creo que soy una mujer de resistencia y eso es un poco lo que trabajo. Podemos ser lo que queramos ser, no hay limitación y muchas de las cosas que no hacemos son por los estereotipos que se han creado en la sociedad”.
Especialmente, en este país lleno de matices de colores, de paisajes, de personas, hablar y tomar acciones sobre temas de género es ineludible. Significa abrir la puerta a preguntar sobre qué tanto se involucra a nuestra diversidad. Esa, que por haber nacido aquí, podemos aprovechar. “No es un tema de números, yo no quiero que nos cuenten. Lo importante es que la diversidad de pensamiento y la diversidad de testimonios nos enriquece más el discurso”. Y este, para Torres, es uno de los enfoques que debe tener la Misión de Sabios.
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Este es un fragmento de una carta abierta de 500 mujeres científicas, una organización de miles de científicas en el mundo. Esta carta fue escrita luego de las elecciones de 2016 en Estados Unidos:
En esta nueva era de anti-ciencia y desinformación, como mujeres científicas reafirmamos nuestro compromiso de construir una sociedad más inclusiva y una empresa científica. Rechazamos la odiosa retórica a la que se dio voz durante las elecciones presidenciales de los Estados Unidos y que se dirigió a grupos minoritarios, mujeres, LGBTQIA, inmigrantes y personas con discapacidades, e intentó desacreditar el rol de la ciencia en nuestra sociedad. Muchas de nosotras nos sentimos amenazadas personalmente por esta retórica divisiva y destructiva, y ahora nos juntamos para entender, para la fuerza y para buscar un camino hacia adelante. Somos miembros de grupos minoritarios raciales, étnicos y religiosos. Somos inmigrantes. Somos personas con discapacidades. Somos LGBTQIA. Somos científicos. Somos mujeres…
Efraín Rincón es biólogo y periodista científico. Ha escrito para diferentes medios sobre ciencia y medio ambiente. Es coproductor de Shots de Ciencia, una plataforma de divulgación científica.
Las opiniones de los colaboradores y los entrevistados no representan una postura institucional de Colciencias.