Astronomía para ciegos: un universo sin límites
Cuando Lorena siente con sus manos la suave textura del algodón de azúcar, su imaginación la lleva a reconocer un fascinante lugar en el universo donde nacen estrellas: una nebulosa (así se denominan estos lugares de formación de brillantes soles como el nuestro).
Lorena inmediatamente después toma una sombrilla que despliega impacientemente sobre su cabeza para comenzar a palpar la tela de la cual está hecha. Puede notar sus texturas en alto relieve que simulan la bóveda celeste; estas la llevan a tocar el cielo con sus manos, indagando sobre la posición de las estrellas en el firmamento. Allí se encuentra con las diversas constelaciones que durante miles de años han maravillado a los seres humanos.
Lorena Pechene es una joven ciega que, como también les ocurre a muchas personas con visión normal, jamás pensó que podría acceder a conocimientos de astronomía por no tener la posibilidad de ver los objetos que estudia esta milenaria ciencia.
La astronomía usa la luz como su principal herramienta y la observación del cosmos sin duda es de gran relevancia para los avances en el conocimiento de nuestro entorno, pero no lo es todo. “La astronomía —expresa Lorena— no es meramente visual y el universo se puede entender con otras herramientas”.
En su formación como psicóloga, Lorena tuvo la oportunidad de acceder a un curso de astronomía inclusiva; un curso en el que, como lo manifiesta en sus propias palabras “(…) aunque los temas no estaban directamente relacionados con los estudios en mi programa de pregrado en la Universidad Nacional de Colombia, me ayudó a empoderarme y a abrir una nueva perspectiva de posibilidades”. Es justamente eso, una enorme ventana de oportunidades y motivaciones lo que se abre para muchas personas con diversos tipos de discapacidad. Todos empezamos a pensar y actuar para promover que nuestros entornos sean mucho más incluyentes, en los cuales el acceso al conocimiento no tenga restricciones ni condiciones.
Las que han sido denominadas como “la minoría más grande del mundo” son cerca de mil millones de individuos que viven con algún tipo de discapacidad, que enfrentan múltiples barreras para acceder a la educación y al conocimiento en general. Estas son solo una parte de las minorías a las que se les debe garantizar la igualdad y el derecho fundamental de acceso a la ciencia, recogido en el artículo 27 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 en el que se establece que "toda persona tiene derecho a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten". En ejercicios relativamente sencillos de búsqueda podemos encontrar actividades sociales, de integración y esparcimiento para estas poblaciones, pero hay que hacer un esfuerzo extra para tropezarnos con iniciativas y estrategias que permitan un verdadero acercamiento al conocimiento y a los múltiples aspectos positivos que brinda la ciencia. Esto significa que tenemos que seguir profundizando en la necesidad de crear espacios que permitan construir un diálogo en torno a estos temas, pensando en responder una pregunta que seguramente te estás planteando al haber llegado hasta este momento de la lectura, ¿por qué se debe acercar la ciencia a personas con necesidades especiales?
La anterior es, sin duda, una pregunta que nos permite establecer argumentos que van más allá de los que se relacionan con los principios de equidad y los derechos que tienen las poblaciones con la denominada diversidad funcional. Este término tiene un sentido más amplio respecto al de discapacidad y engloba a cada miembro de la sociedad con determinadas habilidades, de carácter permanente o transitorio. Y es que, detrás del interés por promover la ciencia y la cultura científica como un trabajo exclusivamente encaminado a la promoción de situaciones de igualdad como medio para la integración y normalización de las personas con diversidad funcional, están acciones que generan múltiples ganancias en productividad, creatividad, utilidad y éxito, en un entorno muy amplio, en las que subyace el bienestar global de todos los miembros de la sociedad.
Consciente de ello, y con el objetivo de no dejar a nadie atrás, la Agenda 2030 de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible establece un compromiso para reducir la desigualdad y promover la inclusión social, económica y política de todos; incluidas las personas con discapacidad y todas las minorías. La ciencia, al ser un ingrediente fundamental en el desarrollo de las naciones, tampoco debe ser ajena a estos esfuerzos, lo que significa integrar las voces y preocupaciones sobre una ciencia inclusiva y desarrollar las acciones pertinentes en las agendas y políticas nacionales.
Aunque en varios entornos, principalmente en aquellos que involucran organizaciones, se comienza a hablar cada vez más de términos como minorías, diversidad e inclusión, aún queda un largo camino por recorrer, y cada uno de nosotros, desde nuestras pequeñas o grandes acciones, puede contribuir para avanzar en la dirección adecuada, por un acceso a la ciencia sin barreras.
Así lo han reconocido y ya lo están aplicando diversas instituciones e importantes centros de investigación en todo el mundo. La Agencia Espacial Europea destaca su “preocupación por concientizar a sus integrantes del interés en aprovechar el talento de otras personas que, por su condición física o mental, han tenido más dificultades para acceder a puestos de formación y empleo y demostrar su valía en proyectos espaciales". Para ello, diseñan entornos incluyentes que propicien el respeto y diversidad, creando mejores relaciones entre los miembros de un equipo, y usan un acercamiento inclusivo en la comunicación sobre las misiones espaciales y sus resultados.
Desde la divulgación y la formación, independientemente de que estén implicadas personas con o sin discapacidad, se abordan temas, proyectos y métodos de trabajo sin renunciar a la excelencia; es esa la verdadera inclusión, la que no etiqueta en grupos y subgrupos, la que rompe las barreras de inequidad en todas sus múltiples caras. Así se presenta ante nosotros la oportunidad de fomentar un debate más rico acerca del papel de las minorías en el ámbito de la ciencia, alejado de ideas preconcebidas y con ejemplos relevantes sobre los cuales establecer un criterio para avanzar.
Personajes como el destacado astrofísico Stephen Hawking, una de las mentes más brillantes de la historia reciente, vivía con una enfermedad degenerativa que lo mantuvo casi toda su vida en condiciones extremas para sobrevivir. Pero esto no le impidió a su mente llegar hasta los lugares más recónditos del universo para tratar de entenderlo; personas como él nos han dejado una valiosísima enseñanza que no podemos dejar de lado. Así como él y como la astrónoma ciega Wanda Díaz que utiliza la sonificación para convertir conjuntos de grandes datos a sonido audible y desarrollar sus investigaciones, hay muchos otros casos que nos revelan cómo la ciencia, y todo lo que ella representa e involucra, puede ser ese instrumento transformador para hablar, y sobre todo ejecutar acciones, en torno a estos temas.
La ciencia de hoy, la que se alimenta de la cooperación como un elemento esencial para el avance del conocimiento y del desarrollo tecnológico, ha tenido un importante papel como un ingrediente de transformación social; pero ahora más que nunca está llamada a ser un motor indispensable para la inclusión, la equidad y la diversidad en las naciones. La ciencia y su comunicación y difusión deben estar alineadas con el objetivo de alcanzar sociedades más justas e igualitarias, casi como una obligación moral.
Piénsalo por un momento…. y ahora, actúa
Santiago Vargas Domínguez, PhD, es profesor asociado de la Universidad Nacional de Colombia y coordinador de investigación del Observatorio Astronómico Nacional. Es miembro del Comité Ejecutivo de Astronomía para la Equidad y la Inclusión, y del de Mujeres en Astronomía, de la Unión Astronómica Internacional.
Lo pueden seguir en Twitter como @astrosvd y en https://bit.ly/3q9Wqod
La ilustración es de Brian Gómez