Por: Julián Pontón Silva, director de Desarrollo Tecnológico e Innovación de Colciencias
En el año 2015 la OECD publicó el documento “The Innovation Imperative: Contributing to Productivity, Growth and Well Being” (El imperativo de la innovación: contribuyendo a la productividad, el crecimiento y el bienestar). El siguiente año Navarro, Benavente y Crespi publicaron “The New Imperative of Innovation: Policy Perspectives for Latin American and the Caribbean” (El nuevo imperativo de la innovación: perspectivas de políticas para Latinoamérica y el Caribe). Ambos documentos coinciden en atribuir un mandato para la innovación al relacionarla con la productividad y la competitividad. Así mismo, reflejan la importancia de las políticas públicas para incentivarla. Establecer un mandato denota su importancia, pero a la vez enfatiza su carácter instrumental.
El documento de la OECD establece que los gobiernos son esenciales para la promoción de la innovación considerando cuatro factores clave: el capital humano calificado, un ambiente de negocios que promueva la inversión, un sistema fuerte y eficiente para la generación y la difusión del conocimiento, políticas enfocadas directamente en ella y el emprendimiento, y una mejora continua en la implementación de las políticas. La identificación del estado y las capacidades del sistema de innovación en relación con los anteriores factores es necesaria para diseñar el conjunto de políticas que desarrollen la innovación de un país.
Navarro, Benavente y Crespi, por su parte, reflejaron la necesidad de diseñar e implementar políticas para la innovación que consideren la relación entre la oferta de bienes públicos e intervenciones de mercado, con respecto a la posición de una economía en materia de frontera tecnológica. La conexión entre las anteriores variables es un medio para enfrentar retos comunes para las economías de América Latina, como el déficit en recursos y producción científica y tecnológica, los bajos niveles de inversión en I+D (investigación y desarrollo) y la debilidad en la capacidad institucional para el diseño de políticas.
Sin embargo, las dinámicas pública y privada exigen resultados en el corto y mediano plazo, por lo cual muchas veces se confunde la innovación como un fin y no como un medio que incentiva el crecimiento. El objetivo no debe ser un país o una organización innovadora, sino un país o una organización productiva y competitiva que gestiona el conocimiento para la solución de sus problemas.
Trazar ese objetivo requiere un diagnóstico claro de las capacidades y debilidades, un plan estratégico y el desarrollo de las capacidades de los actores públicos y privados para que apliquen la innovación. El diagnóstico, el plan y las capacidades deben estar articuladas con otras dimensiones esenciales para la productividad, la competitividad y el desarrollo. Por esto es importante que los sistemas de ciencia, tecnología e innovación, competitividad y calidad interactúen de manera coordinada entre sí y junto con las políticas educativa, laboral, comercial, tributaria, de infraestructura y de tecnologías de la información y de las comunicaciones.
Así como la relación entre factores ocurre en el nivel más general, como el de un país, ocurre lo mismo en cualquier organización. No es posible innovar si los recursos humanos y económicos no se articulan con la estrategia de innovación y el plan estratégico de cualquier organización.
En cuanto al desarrollo de capacidades de gestión para la innovación es esencial que el capital humano conozca como innovar y actualice permanentemente esos conocimientos. Esto es importante tanto para los funcionarios públicos que diseñan e implementan estrategias para promoverla, como para el personal de cualquier organización. Tampoco basta con planear e implementar, si los resultados logrados no son evaluados para reiniciar el ciclo de la planeación estratégica. Pero, ¿por dónde empezar entre planear, implementar, articularse o generar capacidades? Lo primero siempre es tener un plan que considere la articulación y el desarrollo de capacidades.
La innovación es una palabra atractiva que tiene un gran trasfondo. No debemos dejarnos abrumar por su atractivo y mucho menos por el peso de los elementos que se derivan de ella. Por eso hay que acercarse a ella y entender cómo nos puede ayudar. No se trata de innovar por innovar sino de tener claro para qué y cómo innovar.
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