Por Ulia Yemail
El pájaro de acero que me llevaba hizo tres intentos de aterrizaje con la amenaza de un cuarto, que de no ser posible nos obligaría a regresar a Bogotá. Así empezaba este viaje… Cerré los ojos haciendo fuerza como si eso ayudara a mejorar las condiciones climáticas, pues me ilusionaba el desarrollo del encuentro. La cita era con los protagonistas del proyecto “Estudio técnico y participativo de la biodiversidad aviar del municipio de Ibagué como estrategia para la consolidación del ecoturismo de aves, la conservación de sus hábitats y el desarrollo de procesos de educación ambiental”, ganadores de la convocatoria de Ideas para el cambio, versión Bio 2016.
Luego de aterrizar nos reunimos con Jair, el docente de la Universidad de Ibagué que hizo una apuesta por trabajar con la Red Naturaleza del Tolima (RedNatur), a través del programa de Ideas para el cambio, que busca propiciar procesos experimentales y focalizados de apropiación social de la ciencia, la tecnología y la innovación a partir de retos que son abordados de manera colaborativa entre la academia y las comunidades.
La primera parada fue en la reserva ambiental Entreaguas, donde nos atendieron Santiago y Nicolás, dos muchachos que no superan los 17 años, y su abuela, doña Teresa. Nuestro encuentro informal fue en un espacio abierto en el que la conversación se interrumpía por el paso cercano de un pájaro, que rápidamente era identificado por los muchachos con su nombre común, Piranga Hormiguera, y luego se apresuraban a decir su nombre científico, Habia Cristata. Ya en este momento era una buena señal ver cómo los jóvenes se habían involucrado en el proyecto; de hecho, ellos son quienes hoy promueven la vinculación de los niños de la vereda a un club de avistamiento de aves que conformaron.
Luego nos dirigimos a la reserva La Carpintería, donde nos esperaban los líderes del proyecto con quienes hablamos muchas horas sobre las dificultades, las bondades y los aprendizajes del mismo. Era, como ellos mismos dijeron, un grupo de trabajo comprometido con el cuidado de las aves. Pude ver cómo aquello que se propusieron, hoy era una realidad y quedaba en evidencia el ejercicio de apropiación social de la ciencia que se había desarrollado en aquel entorno.
Muchas de las intervenciones que hicieron describían aquello que íbamos a verificar. Particularmente recuerdo las palabras de don José, que a través de su ejemplo nos dejaba ver cómo el principio de la observación le había dejado grandes enseñanzas en lo relacionado con las aves. Fue a través de esa observación que se dieron cuenta de que la lluvia afectaba el anidamiento de las aves, pues ellas desmontaban los nidos de las otras en busca de materia prima seca, así que la don José decidió instalar un dispensador de material seco para nidos y contribuir a lo que él coloquialmente denominó “Viviendas de interés aviar”.
En ese espacio de reunión había distintas personas con distintas historias que contar, pero todos con una intención común: aprender de las aves para impulsar su protección y construir un proyecto de vida basado en el ecoturismo, y era allí donde el diálogo entre ciencia y sociedad se hacía evidente. En sus palabras: pasaron de ser pajareros a avistadores de aves.
La relación con la universidad fue fundamental porque a través de los docentes que acompañaron el proceso hubo una transferencia de conocimiento en doble vía: de la academia a las comunidades y viceversa. Fue un diálogo donde la participación medió todos los encuentros y aprendizajes, a través de un relacionamiento horizontal y respetuoso.
También conocimos a Rossmayra, egresada de administración ambiental de la Universidad de Ibagué, que se vinculó al proyecto como joven investigadora. Ella llamó la atención sobre lo que le significó este proceso como un aprendizaje sobre cómo trabajar e interactuar con la comunidad. Rossmayra señaló la importancia de articular el conocimiento de la comunidad con lo técnico, lo que le da sentido a uno de los objetivos del programa: generar dinámicas de intercambio de conocimiento especializado con saberes locales.
Al finalizar la jornada habíamos constatado que como producto de la implementación de este proyecto se cuenta con una guía de aves, un artículo científico que hará mención a las 426 especies de aves presentes en las 12 reservas, un calendario elaborado con las fotografías tomadas por los miembros de la comunidad, y lo más valioso: una comunidad empoderada y organizada que valora el conocimiento y lo pone al servicio de su diario vivir.
Ya era hora de regresar a casa, transportada por el pájaro acero que me había puesto en contacto con los pájaros que ahora hacen parte del inventario de 12 reservas ecológicas del Tolima.
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