Por Angélica Benavides
Tener a la mayoría del país en su casa durante dos meses, con negocios y centros educativos cerrados, tiene costos para la economía nacional al reducir el empleo y el consumo de los hogares. Para muchos, que el país se quede en casa limita además sus posibilidades de compras básicas como el alimento.
Antes de la pandemia, Carlos se levantaba cada mañana bien temprano, antes de las cuatro para llegar a la estación de Transmilenio apenas la abrieran porque “más tarde eso se llena mucho y toca ir como sardinas en un viaje larguísimo, imagínese, hay que cruzar toda la ciudad” y después tomar el bus para llegar a una fábrica automotriz.
Su esposa Ana también madrugaba, para mandarlo bien desayunado y con el almuerzo empacado “pa’ que no gaste en la calle”. Luego había que arreglar a los niños para el colegio, organizar un poco la casita y salir a trabajar en la casa de la patrona.
Pero con la pandemia y los confinamientos, cambiaron muchas más cosas que esa rutina. Carlos y Ana están en casa todo el día con sus hijos, a quienes los profesores les envían las tareas por el whatsapp para que la ‘mamita’ luego responda con las fotos de las guías y los cuadernos ya llenos de información. No hay otra forma de hacerlo.
Ella hace parte del millón de mujeres que conforman la mayoría de los 1,7 millones de nuevos inactivos en el mercado laboral desde marzo, como el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) clasifica a aquellos que perdieron su empleo, pero no están buscando otro pues tuvieron que quedarse en casa, asumiendo el cuidado de los demás miembros del hogar.
La diferencia con crisis anteriores, es que la mayoría de estos nuevos inactivos no pararon la búsqueda de empleo por resignación o voluntad, sino porque con el país en confinamiento, no pueden salir a buscar uno nuevo. Por esta razón, el equipo de investigaciones económicas de la comisionista de bolsa Alianza Valores calcula que la tasa de desempleo real podría haber llegado en marzo a 17 % y que en los próximos meses alcanzaría, por lo menos, 25 %.
Recordemos que con la crisis de 1998-1999, la tasa de desempleo llegó al 20 %, se quedó allí por más de un año y luego tardó en bajar hasta el 15 % para quedarse alrededor de esa proporción por más tiempo.
Ana y Carlos ahorran mucho más que antes. Se acabaron las compras de cervezas y dulces casi todos los días y hasta el ahorro para la nueva pinta del cumpleaños se convirtió en parte del marrano del “por si acaso porque uno no sabe qué va a pasar en esta crisis” y como su contrato nunca fue formal, la patrona le pagó a Ana las primeras semanas y luego le dijo que no le podía seguir pagando, que las cosas en su casa también están difíciles y que es mejor ahorrar.
Carlos, por su parte, se desespera pensando que la empresa para la que trabaja, que es mediana, pronto no tendrá con qué seguirles pagando el sueldo porque hace rato dejó de recibir ingresos y el salario de sus pocos empleados es un gasto que ya se consumió casi toda su caja. La alternativa de la empresa es insistir para que le otorguen uno de esos créditos que dice el Gobierno que respalda con recursos para que el banco tenga mayor seguridad de pago, porque si no tendrá que cerrar y quedan todos en la calle.
La situación de esta familia es igual, o al menos muy parecida, a la de millones en el país. Además, refleja cómo cambió el consumo de los hogares con la pandemia y la incertidumbre.
Si el consumo cae, el empleo cae más
De acuerdo con Fedesarrollo, el centro de pensamiento que lleva 19 años midiendo la disposición o probabilidad de los colombianos a invertir o a hacer gastos propios, condensado en el indicador de confianza de los consumidores, advirtió que en abril ese indicador tocó un nuevo récord negativo con -41 %. Ahora, los hogares siguen disminuyendo su expectativa de ver una mejor situación económica para sus hogares y para la economía dentro del próximo año e incluso su disposición a comprar los llamados ‘bienes durables’ como televisores, neveras o lavadoras, está en -81,3 %.
Es decir, en este momento los hogares colombianos se sienten menos seguros sobre su economía futura como para comprar un nuevo electrodoméstico.
¿Y qué pasa si los hogares compran menos? Los diferentes ciclos económicos que el mundo ha visto a lo largo de la historia demuestran que con menores compras, los vendedores, tanto individuales como tiendas y grandes cadenas, tendrán menos clientes y por lo tanto menos ingresos, así que se verán obligados a recortar gastos, incluso cuando eso implique despedir a algunos de sus empleados para sobrevivir.
Además, los productos que venden se irán acumulando, lo que les llevará a pedir una menor cantidad de los mismos a sus proveedores, quienes a su vez producirán menos y por lo tanto, también necesitarán menos empleados.
Y estos nuevos desempleados, a su vez, seguirán reduciendo el consumo pues primero necesitarán ahorrar para comprar lo básico, como alimentos y productos de aseo personal, y cumplir con los pagos de sus obligaciones mientras consiguen otro empleo o hasta que sus recursos disponibles se terminen.
Subsidiar la estadía en casa para evitar el hambre y al virus
Por ahora, Ana tuvo la suerte de ser una de los tres millones de trabajadores que reciben el Ingreso Solidario, un subsidio creado por el Gobierno para trabajadores como ella, que no reciben otro tipo de transferencias estatales y que, en dos pagos, le sumará 320.000 pesos a sus bolsillos.
Su esposo Carlos todavía tiene dudas. Sigue recibiendo su sueldo y su empresa, dedicada al sector automotor, volvió a funcionar después del 11 de mayo ya que cumple con los protocolos de bioseguridad para proteger a los empleados que deben trabajar presencialmente en la planta.
Pero con los comercios cerrados, advierte la economista Cristina Fernández de Fedesarrollo, las cadenas están incompletas pues los bienes que se produzcan no podrán ser vendidos y se quedarían guardados en las mismas fábricas y eso limita el trabajo que puedan hacer muchas empresas habilitadas. Por ejemplo, una ensambladora de autos que no tenga patio para guardar sus vehículos no podrá ensamblar más hasta que los concesionarios no estén abiertos.
Para la empresa de Carlos, el Gobierno anunció también un subsidio que puede mezclarse con el crédito que pretende recibir y cuyos recursos deben destinarse exclusivamente al pago de sus trabajadores. Este préstamo cuenta con algunas ventajas frente a un crédito usual, como las llamadas garantías del 80 % del Fondo Nacional de Garantías (es decir, el Estado le garantiza al banco que le pagará el 80 % de la deuda si la empresa no le puede pagar).
Así, el 40 % del sueldo de Carlos, un salario mínimo, se lo pagará el Gobierno y la empresa seguirá respondiendo por el 60 % restante, durante máximo tres meses, si el mismo Gobierno le aprueba a la empresa su petición.
Pero todos estos recursos –los subsidios a informales, los pagos adicionales de Colombia Mayor, Jóvenes y Familias en Acción, Ingreso Solidario, respaldos del Fondo Nacional de Garantías y el subsidio a la nómina– tienen un costo.
¿Y cómo paga el Gobierno?
Pese a lo que algunos creen, el Gobierno de cualquier país no tiene una fuente ilimitada de recursos para gastar. Sus ingresos provienen de los impuestos que pagan sus ciudadanos y las empresas que operan en su territorio, las ganancias de las empresas en las que tiene participación –total, mayoritaria o mínima–, la emisión de títulos de deuda en el mercado financiero local y los que emite en el internacional, los préstamos con entidades multilaterales como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Interamericano de Desarrollo, los créditos que le otorguen entidades financieras de otros países. En el caso de Colombia, el Gobierno también recibe las utilidades del Banco de la República, cuyas decisiones son independientes gracias a la Constitución de 1991, pero que sigue haciendo parte del Estado.
Con la crisis generada por la pandemia de covid-19, el Gobierno tiene dos problemas: más gastos y menores ingresos locales. La razón es que, ante la ausencia de ingresos de las empresas y personas, ambos grupos pagarán menos impuestos, aunque estos sean calculados sobre la base de lo ocurrido en 2019, pues sus recursos disponibles en este momento son menos.
A la situación generada por el temido coronavirus y su covid-19, Colombia debe sumarle la caída de los precios del petróleo, primero por la falta de un acuerdo entre Rusia y Arabia Saudita para reducir su producción y evitar una mayor sobreoferta del crudo frente a la ya existente y luego porque la demanda cayó tanto al estar el mundo entero encerrado en casa, que prácticamente se agotaron los lugares para almacenar esta materia prima que sirve para fabricar el combustible, entre otras cosas. Esto le reducirá al Gobierno sus ingresos no este año, pero sí en 2021.
Por el lado de los gastos, además de los subsidios y garantías crediticias ya mencionadas, el Gobierno debe invertir en fortalecer el sistema de salud de modo que tanto los afiliados al régimen subsidiado como los del contributivo –a los que cada mes se les descuenta parte de su sueldo para el pago de salud–, tengan la atención necesaria y oportuna si contraen el virus o cualquier otra enfermedad.
Y ante este panorama, el Gobierno empezó por utilizar un mecanismo que le permitió “autoprestarse” dinero. Para evitar, precisamente, los desequilibrios en la economía por cuenta de las subidas y bajadas en el precio del petróleo, Colombia y otros países tienen fondos de ahorro que, en nuestro caso, es el Fondo de Ahorro y Estabilización Petrolero (FAE), que tenía cerca de 15 billones de pesos y solo puede usarse si se ve una caída de los precios de crudo como la que se vivió entre marzo y abril. De allí tomó 12,1 billones de pesos.
Un segundo bolsillo del que el Gobierno sacó recursos fue el fondo de ahorros pensionales de las entidades territoriales, el Fonpet, en el que varios municipios y departamentos han ahorrado más de lo necesario para los próximos años, lo que permitía usar el excedente (2,7 billones de pesos) y devolverlos máximo en 10 años cuando se necesitarán para pagarle a los empleados que se pensionen de las entidades públicas regionales.
Pero estos 14,8 billones de pesos no son suficientes para cubrir lo que no se recaude en impuestos más los gastos ya mencionados y los adicionales que salgan por el camino de una crisis mundial cuya consecuencia en el Producto Interno Bruto del país sería, calcula el mismo Gobierno, una caída de 5,5 % este año.
Para cubrir el resto, el Ministerio de Hacienda ha emitido nuevos títulos de deuda en el mercado internacional y le ha pedido dinero prestado a entidades como el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), que ya han respondido a estas solicitudes, algunas entregando el dinero al país y otras garantizando que pronto lo harán.
Las deudas se deben pagar
Sin embargo, como todo préstamo y toda deuda, el país tendrá que pagar en los próximos años tanto el capital que le entreguen como los intereses que eso genere. Esto quiere decir que, una vez superada la crisis, el país tendrá que pensar en cómo conseguir más recursos para pagar la deuda que ya tenía, más la nueva deuda.
¿Cuáles son las opciones de las que está hablando el Gobierno? Entre las posibilidades que parece tener el país está que, con un mayor crecimiento de la economía, se recaudarán más impuestos. Sin embargo, la economía no vuelve a crecer mágicamente en muy poco tiempo, para esto se necesita que los colombianos que perdieron su empleo lo recuperen y que vuelva también la confianza para que todos compren más y así las empresas produzcan más y se complete el círculo.
Otra solución, aunque nadie quiera pensarla y de la que ya el Gobierno y los expertos empiezan a hablar, es una reforma tributaria. Sí, la tercera del Gobierno de Iván Duque. Esta reforma debería hacer más eficiente el sistema para evitar que la plata se pierda por ahí entre tanto beneficio que tienen algunos y obligar realmente a que quienes tienen más, paguen más. Pero todos tendremos que poner.
Y mientras todo eso pasa, Carlos tendrá que seguir esperando en casa mientras ruega para que a su empresa le aprueben el crédito y el protocolo de bioseguridad para volver al trabajo. Ana, por su parte, seguirá en casa ayudando a los hijos con el colegio a distancia, esperando que vuelva a abrir pronto y que su patrona también vuelva al trabajo para que la llame a trabajar en su casa.
Angélica Benavides es periodista especializada en economía, con énfasis en macroeconomía y políticas públicas, es actualmente editora web de economía y finanzas para Dinero.
Las ilustraciones son de Carlo Guillot