Por Mario Víctor Vázquez
Frecuentemente escuchamos las bondades que se promocionan sobre un grupo de alimentos recomendables no solo por sus propiedades y aportes a la nutrición sino también por la manera en que son producidos. Para abreviar toda la explicación anterior se suelen simplemente identificar como “orgánicos”, aunque se podría haber puesto cualquier otro nombre. A partir de esto nos ofrecen ricos cafés “orgánicos”, y hasta conocemos la oferta de pollos “orgánicos”. Además de usar esa palabra como sinónimo de bondades alimentarias se suele añadir la aclaración: “no contiene químicos”.
Si bien todos comprendemos qué se desea informar, se corre el riesgo de recordar solo esas palabras o frases y generar confusiones, ya que, si algo que “no contiene químicos” y es “orgánico” es muy bueno, indirectamente está describiendo como desagradable la situación cuando hay presencia de esos horribles químicos y ni hablar si algo es inorgánico.
Al margen de que estas confusiones generan graves alteraciones en el sistema nervioso de quienes se dedicaron al estudio de esta área de la ciencia, es interesante reflexionar un momento sobre esos términos. Si nos asomamos al Diccionario de la lengua española (de la Real Academia Española) encontraremos que para la palabra orgánico/a se menciona: “dicho de una sustancia: que tiene como componente el carbono y que forma parte de los seres vivos”. Si no nos contentamos con la definición y deseamos consultar otra fuente podemos consultar un libro de química y encontraremos que es una “rama de la química que estudia los compuestos del carbono”. Más claro imposible: si se trata de compuestos donde hay una importante presencia de carbono, es un compuesto orgánico y, si esto no se cumple, estamos en presencia de un compuesto inorgánico.
Desde inicios del siglo XIX, en la química se han distinguido con claridad estos tipos de compuestos. Distinguimos la noche del día, la madera del vidrio, la tierra del agua, la música del reggaetón y lo orgánico de lo inorgánico. De manera simplificada se puede afirmar que todo lo que tiene “vida” es orgánico y no solo un café o pollo especial. Un pollo inorgánico podría ser uno criado por Terminator para que sea metálico, por ejemplo.
Pero y con el asunto de los químicos, ¿al final son malos o inofensivos?
Regresemos al útil diccionario. Ahora bajo la palabra químico/a encontraremos que se refiere a “ciencia que estudia la estructura, propiedades y transformaciones de los cuerpos a partir de su composición”, es decir ninguna connotación benéfica ni dañina, solo una rama de la ciencia interesada en algo en particular.
En el mismo punto se podrá encontrar que se define a químico/a como “especialista en química” es decir que, si bien puede tratarse de personas de mal genio, tener cabellera revuelta (en caso de tener pelos), usar batas con manchas y extraños instrumentos, no necesariamente coincide con la idea inicial sobre la maldad de los químicos.
Le invito entonces a que se sirva en este momento un relajante té verde y reflexionemos juntos sobre si es buena o mala la presencia de químicos (pensemos solo en los compuestos y no en esos extraños personajes mencionados antes).
Si ya está sentado con la taza de té debemos darle una mala noticia: no hay manera de evitar a los compuestos químicos. Todo lo que nos rodea, todo lo que conocemos, incluso de lo que estamos hechos, tiene que ver con compuestos químicos. Desde ese pollo, orgánico como todos los pollos, pasando por los mosquitos y las ballenas, hasta usted que está leyendo esta opinión. Todo el mundo físico está formado por compuestos químicos.
Entonces la idea es que cuando veamos esas publicidades entendamos que se trata de una manera muy simplificada de describir un proceso y que se supone que no le han añadido más compuestos químicos a los muchos que ya tenía.
Si aún no está convencido de que la química está a su alrededor y sigue saboreando ese rico té verde, piense que esa bebida tiene propiedades antioxidantes justamente debido a la presencia de compuestos químicos con el rimbombante nombre de polifenoles. En ese sorbo que acaba de tomarse ha ingerido aminoácidos, ácidos, vitaminas, alcaloides y sales minerales. Es más, la bolsita donde viene ese té verde está confeccionada con compuestos químicos, la marca del té impresa en el papelito al otro extremo de la bolsita está hecha de un compuesto químico, y para la construcción de la taza que está sujetando mientras mantiene la boca abierta de la sorpresa se preparó una masa con unos compuestos químicos y agua (otro compuesto químico), se sometió a calor en un horno y luego le pintaron (con pigmentos que son compuestos químicos) esas flores bonitas del borde. Incluso si tiene sus mejillas enrojecidas de la sorpresa o enojo por haber comenzado a leer esto, ya sabe… Ese color también tiene algún compuesto químico detrás.
Podríamos seguir mucho más, pero ya se le está enfriando el té.
Mario Víctor Vázquez es investigador, docente y divulgador científico. Profesor Titular de la Universidad de Antioquia. Doctor en Ciencias Químicas de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Director del programa radial El Laboratorio y creador del Colectivo Quími Komedia. Ilustración de Lina Arias para Todo es Ciencia. Las opiniones de los colaboradores no representan una postura institucional de Colciencias. Con este espacio, Todo es Ciencia busca crear un diálogo para construir un mejor país.
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